Oda a la Globalización.


Globalización, oh, globalización, dichosa eres entre todos los sistemas de control y enriquecimiento. Tú, que todo silenciosamente lo controlas, haciendo incluso creer a los que controlas que tienen elección, que sus sistemas de gobierno democráticos, ¡son democráticos! No existe de momento forma tan perfecta como tú, que haces a los ricos cada vez más ricos y a los pobres cada vez más pobres. No se había conocido en la historia de este planeta sistema alguno que pudiera hacer a los ricos tan asquerosamente ricos. Parece irónico que el sistema democrático, el que defiende los derechos del pueblo y asegura la prosperidad de las naciones mediante la opinión de todos los que las contienen, sea el más desigual, el que más obliga a éstos a someterse a las directrices económicas. Unas directrices, por otra parte, que nunca están de su lado, pero que se ven obligadas a seguir.

Y no digo que el sistema democrático no sea útil ni legítimo, digo que se ha deslegitimado con el tiempo. Y no digo que sea culpa de nuestros gobernantes o de la democracia ya que ¿qué posibilidades de actuación le quedan a un gobierno cuando tiene que oponerse a mandatos del FMI, del BCE, o de cualquier institución mil veces superior a él, estando estás además controladas por empresas cuyo PIB es mucho mayor que el de tu propio país, con suficiente poder como para deslegitimar cualquier intento de rebelión que en este sistema de Estado pequeño y frágil pueda darse?

Grecia es un ejemplo esclarecedor de que los gobiernan, por muy buenas que sean sus políticas, nunca llegarán a buen puerto si no encajan en los planes de las élites. En Grecia, la antigua clase media y la pobre se muere de hambre o enfermedad, ante unos servicios sociales inexistentes o privatizados que han dejado al Estado y al país enfermo, sin recursos y sin esperanzas

De todas formas, la esperanza prevalece. La esperanza por un mundo verdaderamente democrático, en el que el poder de los Estados y sus gobiernos se equipare con el de las grandes empresas y entidades económicas que solo se preocupan por la economía. Creo que el desarrollo y crecimiento empresarial se ha desbordado de los cauces democráticos hasta unos niveles insospechables, mientras los gobiernos se quedaban atrás pequeños, frágiles y divididos. El sistema democrático debe ser lo suficientemente grande como para poder enfrentar a estos grandes sistemas, que todo lo dirigen desde sus consejos de administración y reuniones secretas. Solo así en mi opinión existe una posible escapatoria, que permita implantar políticas que no solo arreglen la economía de los ricos, sino también la cartera de los pobres.


Daniel Alonso Viña


Algún lugar perdido. C/ Desierta y helada.
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